Freetown
- lectura de 2 minutos - 302 palabrasDesgraciadamente poco puedo decir de Freetown porque pasamos muy poco tiempo en la ciudad. Está a unas 4 horas en coche: tres en llegar a la propia ciudad y una hora en tomar todas las circunvalaciones que suben montañas por carreteras llenas de socavones sin asfaltar, para rematar, con tráfico. Lo único bueno fue que la llegada se hace desde la montaña, obteniendo así una buena vista panorámica de la ciudad a los pies de la montaña y orillas del mar.
La ciudad es caótica, efectivamente, sin ningún tipo de diseño de las calles, las casas van desde chabolas a edificios, no hay aceras, no hay señales ni semáforos. El tráfico se rige por la ley del más fuerte y en la carretera conviven motos, coches, furgonetas, triciclos y viandantes.
Dejamos los coches en el recinto de unas monjas conocidas de las clarisas y de allí fuimos a pie al mercado de artesanía. El mercado es un invento para turistas, probablemente el único sitio de todo el país donde se puede adquirir algún souvenir. Como si estuviéramos en el zoco en Marruecos, los vendedores te asaltaban en cuanto te acercabas a su puesto, haciendo la experiencia algo desagradable. Eso sí, gastamos todos nuestros dineros en lapas, cestos, máscaras de madera…
Parte del grupo se retrasó y no nos dio tiempo a visitar más de la ciudad, que sí pudimos ver desde el coche: el cotton tree (símbolo de la ciudad con la liberación de la esclavitud), la calle principal, el mercado…
Para comer Patricia nos llevó a un restaurante libanés donde nos pusimos las botas y al terminar, a un supermercado para rematar compras. El supermercado era igual que uno europeo. Todo productos de importación, la mayoría ingleses.
Llegamos ya de noche a Mile91, da miedo conducir de noche por este país.