Omsk
- lectura de 4 minutos - 665 palabrasNos levantamos por la mañana con una resaca infernal. Yo todavía, pero Claudio era incapaz de sentarse o de realizar actos inteligentes. A los rusos les hacía mucha gracia porque por supuesto ellos estaban frescos como lechugas. Yo les explicaba que Claudio quería dormir porque con el alcohol no se entra en fase REM. Ellos dijeron que por eso los rusos dormían de 4pm a 7am, para compensar su falta de sueño, así podían beber más. Fuman y beben como cosacos, no me extraña que los hombres no lleguen a los 60. Dejamos las cosas en consigna y Claudio se empeñó en que él iba a ir en chanclas y llevar su mochila llena de cosas (no sabía ni qué cosas eran) porque cambiarse de zapatos y meter la mochila en la grande era mucho esfuerzo.
Como ya habíamos planeado ayer, objetivo principal llegar al río a bañarse. Para conseguirlo tuvimos que coger un bus en la estación al centro.¡Qué molón! Entramos en un bus chatarra completamente y nos dirigimos al conductor para comprar los billetes. Error, los billetes los vende una señora que va subida en el bus, muy curioso. Una abuelita que según entra le gente va a buscarlos a sus asientos para venderles los billetes que corta de una tira como las del cine de antes. Muy muy guay. Nos bajamos antes de tiempo porque cómo no las calles vienen indicadas fatal. Fuimos dando un paseo hasta la playa fluvial donde nos dimos un buen remojón que nos alivió bastante (el calor y la resaca) y después a comer. Nos hemos quedado pasmados al darnos cuenta de que aquí hay diferencias de 70-80º entre verano e invierno, menuda salvajada.
Muy bien Omsk, a mí me ha gustado mucho. La guía acierta de pleno; puede que al principio se vea cutre, pero luego resulta una ciudad muy agradable con muchos parques y unas casas muy bonitas, especialmente en ul Lenina (en Rusia todo lo que mola está en ul Lenina) La comida muy bien y luego volvimos al mismo problema de siempre, demasiado calor. Nos arrastramos un poco por la ciudad, buscando sombras (resaca, 48 grados que marcaba un termómetro y puestos en los que sólo vendían agua con gas = deshidratación total) Fuimos a ver el museo militar casi más que por el museo porque necesitábamos aire acondicionado. No encontramos aire, pero sí una exposición muy buena de uniformes, cuchillos, puñales, carteles de propaganda y fuera una serie de tanques y vehículos bélicos. Uniformes no sólo rusos sino también alemanes, incluso un ejemplar de Mein Kampf. Entre la propaganda había caricaturas de Adolf Hitler siendo vencido por los soviéticos.
De vuelta a la estación pasamos por un memorial de la II GM, la catedral, el edificio del ayuntamiento (que tiene forma de salto de esquí) y buscamos sin mucho éxito el memorial a las víctimas de Stalin. Es muy curioso cómo tienen muchos monumentos y calles en honor de Lenin y un montón de memoriales por las víctimas del stalinismo.
Una vez en la estación Claudio aprovechó para darse una ducha. Ahora estamos en el tren, hoy vamos solos en el vagón, cosa que agradezco, necesito recuperar mis horas de sueño. Vamos leyendo y escribiendo mientras me tomo un té en una de esas tazas que dan aquí en el tren (si las encuentro por ahí, me llevaré una de recuerdo). El paisaje desde el tren es muy bonito. Se ve toda la estepa siberiana llena de árboles, cosa que yo no esperaba porque pensaba que era más tipo taiga, árida y sin nada.
Mañana más, veremos si Tomsk no defrauda.
Se le ha olvidado a Ceci contar que para comer fuimos inicialmente a un restaurante que estaba cerrado. Entonces un señor nos ofreció ayuda: un ruso de Omsk que estaba de vacaciones en Omsk, pues él trabaja en Barcelona. Amablemente nos indicó donde podíamos ir a comer; aunque no le hicimos caso y fuimos a otro sitio, fue un encuentro agradable.